viernes, 4 de febrero de 2011

Caballero...

Esta fue la palabra que escuché justo antes de llegar a mi destino, motivo por el cual ha surgido este relato.

Algo me hizo girar la cabeza... Quizá saber que debía ser yo quien se volviera.

Al volver la vista atrás un policía nacional me hace desandar mis pasos y comienza a interrogarme acerca de mi domicilio. Ante mi asombro y la presencia de sus cinco compañeros, me pide que deposite mis pertenencias en un banco cercano y otro de ellos le sugiere que podría pasar a cachearme.

Escucho que me veo envuelto en un reciente atraco con un coche estacionado a pocos metros y solicito una explicación de por qué me encuentro retenido. Un varón de metro noventa es el perfil del sospechoso y han decidido identificarme para realizar una comprobación rutinaria.

Lo primero que se me viene a la mente cuando me lo piden es si llevo encima la documentación, ya que muchas veces salgo a la calle sin ella. No tengo dudas de que la llevo porque me dirijo a la biblioteca a consultar mi correo electrónico, así que acudo aliviado a mi bolsillo para así evitar que se complique aún más la situación.

Quizá unas prácticas para jóvenes del cuerpo... Dos de ellos parecen recién salidos de la academia y les pasa desapercibido, permaneciendo oculto en el interior de mi chaqueta, un objeto sospechoso que se quedó en mi bolsillo y que, de haberlo encontrado, les habría ayudado a peinar la zona.

Ante tal disparate, una vez que dan por finalizada su labor y dicen que puedo marcharme, me acerco y les pregunto qué habría ocurrido si no hubiese escuchado la voz y hubiera seguido mi camino. Ahora soy yo el que pasa a hacer una comprobación...

Entre bromas comentan que habrían persistido en darme el alto llegando a mi altura, respuesta que a la par me satisfizo por tratarse de un agente y a la que me cuesta dar el margen de la duda.

Me pasaré por el lugar de los hechos a ver si sigue aparcado el automóvil en cuestión...

Aunque me alegra que no se encuentren de forma cotidiana situaciones policiales en la vía pública, crear un simulacro donde prima la enseñanza del agente por encima del respeto a las personas me parece denigrante.